Una noche de octubre, hace ya más de un año, fui a verle.
La persona que siempre quise.
Soy una persona un tanto al borde del ataque de nervios, por eso, cuando los planes no me cuadran o no se suceden como espero pierdo la templanza y me transformo en una especie de Marrion Crane a punto de ser asesinada.
Realmente, desde mi posición de persona neurótica, con pinceladas de psicoticismo, altos niveles de ansiedad y bajos umbrales de paciencia, admiro mucho la paz interior de ciertas personas.
Él solía decirme «play it by ear» cuando entraba en uno de estos trances. Y esa noche no fue excepción. Ahí estaba él con su sonrisa sedante para sosegarme como si de un chutazo de ketamina se tratara.
Me llevó a su piso. Era la primera vez que iba. La relación iba avanzando. O eso creía yo.
Llegamos, entramos, me presentó a su compañero de piso, el cual tras una breve conversación siguió viendo ‘Sálvame’. Él me propuso hacer algo casero para cenar. Eran casi las 12 de la noche, pero yo no tenía intención de volverme a casa aún.
Lo tenía todo: intelecto, conversación, cultura, desenvoltura en cualquier tipo de situación, mil afinidades conmigo, un acento ‘granaíno’ muy atractivo y esa sonrisa.
Me hacía sentir como en una canción de Bebe de esas alegres de Un Pokito de Rokanrol.
Yo fui su pinche mientras discutíamos sobre rap americano. Él era tan ‘The Notorious B.I.G.’ y yo tan ‘Tupac Shakur’…
Cenamos en su salón, viendo TCMS de fondo, mientras hablábamos de cualquier tema trivial. Cuando terminamos me ofreció uvas, él no quería porque odiaba las «bebidas fermentadas» y las uvas sabían a puro moscatel. Así que se tumbó en el sofá mientras yo disfrutaba de esas uvas pasadas hasta que me pidió que me fuera con él.
«No cabemos los dos en el sofá» le dije, él rápidamente me propuso ir a su habitación. Yo ya me olía por dónde iban los tiros y no sabía si me sentía preparado, pero me dejé llevar.
Lo demás es historia.
El amor es algo tan abstracto y subjetivo como el alma. Pero si de algo estoy convencido, es que para mí el amor es pasión y la pasión es fuego, es carne que roza con carne, es el sudor que corre por la crin de un caballo negro que galopa huyendo hacia la libertad, es la sangre de un amante muerto que se escurre entre las manos del amado, quien lo sostiene mientras deja caer sus lágrimas sobre el abdomen del cuerpo inerte.
Esa noche no sé si fui el amante o el amado, pero una parte de mí se consumió y nunca más ha vuelto a renacer.
No pierdo la fe en que pueda recuperarme, en poder mirar hacia el futuro y dejar por el camino ese saco lleno de remordimientos que he ido recolectando en el transcurso de mi vida. Mi vida que es pasado eterno. Mi vida que nunca ha tocado con los dedos esa fina línea que la gente llama presente.